La Minga Indígena Retoma las Calles y Exige Respuestas Directas del Gobierno Petro

Miles de indígenas Embera, Nasa, Misak y otras comunidades ancestrales se movilizan por sus derechos en la capital.

Bogotá vive nuevamente una jornada de alta tensión y movilización social. Más de 2.000 indígenas provenientes de distintas regiones del país, especialmente del suroccidente colombiano, han regresado a la capital para reclamar el cumplimiento de los compromisos pactados con el Gobierno Nacional. La Minga Indígena Nacional, como se ha denominado esta movilización, ha hecho presencia contundente en espacios como el Parque El Renacimiento, el Parque de los Periodistas y sectores cercanos al centro histórico, en una demostración pacífica de resistencia y exigencia de derechos.

Un grito colectivo por dignidad y territorio

La principal exigencia de la Minga es clara: una reunión directa con el presidente Gustavo Petro. Las comunidades señalan que los acuerdos firmados en anteriores encuentros no han sido ejecutados con responsabilidad ni prontitud, lo que ha generado un profundo sentimiento de abandono institucional. Entre las principales demandas figuran el respeto a la autonomía de los territorios indígenas, garantías de seguridad frente a la violencia armada, acceso a salud y educación con enfoque étnico, y políticas claras para la restitución de tierras.

Para los líderes indígenas, las mesas de diálogo no pueden seguir siendo escenarios meramente simbólicos. Buscan compromisos concretos, presupuestos definidos y cronogramas verificables. La palabra empeñada por el Estado debe traducirse en acciones reales, sostienen voceros de la Organización Nacional Indígena de Colombia (ONIC) y otras representaciones regionales.

Movilización pacífica con alta organización

La Minga ha demostrado una capacidad organizativa admirable. Con caravanas ordenadas y vocerías claras, han buscado visibilizar sus causas sin afectar la vida cotidiana de la ciudad más allá de las necesarias restricciones viales. En coordinación con la Alcaldía de Bogotá, se han instalado en lugares estratégicos para su descanso y reuniones. Sin embargo, la falta de infraestructura adecuada para acoger a estas delegaciones ha generado momentos de tensión, especialmente por la ocupación parcial de espacios como la Universidad Nacional, utilizada como refugio temporal debido al clima adverso.

A pesar de estas dificultades, los indígenas han mantenido su compromiso con la protesta pacífica, apelando al simbolismo, la cultura y la palabra como formas de lucha.

Análisis: ¿por qué regresa la Minga?

La vuelta de la Minga a Bogotá no es un simple acto reivindicativo: es una advertencia política. Las comunidades están alertando al país de que el modelo de desarrollo actual sigue excluyéndolas, que las promesas de transformación estructural siguen sin cumplirse y que la paz total no puede construirse sin justicia étnica y territorial.

El Gobierno enfrenta un dilema: responder con hechos o erosionar aún más la confianza de los sectores históricamente excluidos. Las comunidades indígenas no solo reclaman derechos; están haciendo un llamado ético al país sobre la deuda pendiente con los pueblos originarios. La forma en la que el Ejecutivo responda marcará el tono de su relación con los movimientos sociales de cara a lo que resta del mandato.

En un contexto donde los discursos gubernamentales se han centrado en la inclusión, el desafío es convertir esos discursos en políticas tangibles. De lo contrario, las calles seguirán siendo el escenario natural de reclamo de las voces ancestrales que se niegan a ser silenciadas.


“Venimos en paz, pero no callados”, repiten los mayores y lideresas de la Minga. Su paso por Bogotá es más que una protesta: es una lección viva de dignidad, lucha colectiva y resistencia histórica.

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