“El que renunció, renunció”: Petro descarga su inconformidad con Gustavo Bolívar en público y destapa fisuras internas

El calor húmedo de Tibú, Norte de Santander, parecía un escenario perfecto para sellar con palabras de concordia la llegada de nuevas ayudas sociales al Catatumbo. Sin embargo, ante la mirada de cientos de asistentes y cámaras de televisión, la jornada tomó un giro dramático cuando el presidente Gustavo Petro rompió el protocolo, arrebató el micrófono a los organizadores y lanzó un mensaje con destinatario claro: Gustavo Bolívar, aún director del Departamento de Prosperidad Social (DPS).

El instante de la ruptura

Todo transcurría con formalidad: saludos protocolarios, aplausos, la enumeración de programas estatales para la región. En la tarima, Gustavo Bolívar esperaba su turno para intervenir. Él mismo había anunciado días atrás que presentaría su renuncia al DPS, efectiva el 16 de mayo, argumentando razones de campaña y el deseo de regresar al ruedo electoral para 2026. No obstante, su presencia en Tibú sugería que, hasta el último minuto, pretendía representar al Gobierno.

Petro tomó el micrófono. Con un ademán inesperado, giró hacia los funcionarios y soltó la frase que congeló a la audiencia:

“Los que renunciaron, renunciaron. ¡Punto!”

El silencio perforó el bullicio de la plaza. Sin nombrarlo directamente, el mandatario invalidaba la participación de Bolívar. Acto seguido, ordenó continuar la agenda con otros voceros. La tensión era visible: rostros de asesores que se buscaban entre sí, cámaras enfocando la expresión pétrea de Bolívar, y un público que no terminaba de asimilar el abrupto viraje.

Tras bambalinas: un distanciamiento latente

Hasta esa mañana, la relación Bolívar-Petro se había construido sobre una lealtad férrea: el exsenador fue uno de los escuderos más vocales del proyecto político que llevó a Petro al Palacio de Nariño. Dirigir el DPS —institución encargada de los programas de atención a la pobreza— lo posicionó como engranaje clave del Gobierno.

Pero la renuncia con fecha fijada activó interrogantes en la Casa de Nariño. ¿Podía un funcionario en salida ejecutar recursos y representar al Ejecutivo? Petro, empeñado en mostrar disciplina interna, interpretó la presencia de Bolívar en la tarima como un contrasentido. Así lo dejó ver con su arrebato: un mensaje de autoridad ante la mirada del país.

La respuesta de Bolívar

Horas más tarde, desde sus redes sociales, Gustavo Bolívar citó una frase que muchos leyeron como respuesta velada:

— “El amor debe ser desinteresado o no es amor”.

Sin mencionar al presidente, dejó entrever decepción. El comentario se viralizó y alimentó lecturas sobre la relación entre dos figuras que parecían inquebrantables. Para algunos, se trató de un “regaño público” que buscaba disciplinar a otros funcionarios tentados a renunciar para hacer campaña. Para otros, fue una muestra de que la cercanía personal no basta cuando la línea política exige rigor.

Ecos políticos y proyecciones

El episodio ocurre en la antesala de un ciclo electoral en el que el Pacto Histórico apuesta por consolidar su proyecto. Bolívar, con un discurso combativo y alto reconocimiento mediático, es considerado carta fuerte para la contienda de 2026. El gesto de Petro, en cambio, sugiere que el presidente privilegia la institucionalidad sobre afinidades personales.

En los pasillos del Capitolio, voces opositoras aprovecharon para hablar de “fracturas” y “desorden interno”. Parlamentarios cercanos al Gobierno restaron dramatismo, asegurando que se trató de un “malentendido” y que la transición en el DPS seguirá su cauce. Mientras tanto, analistas coinciden en que la escena en Tibú evidencia la tensión natural entre gobernar y hacer política: servir en el gabinete exige lealtad total hasta el último día; prepararse para elecciones obliga a soltar el cargo a tiempo. La delgada línea entre ambas realidades quedó expuesta bajo el sol inclemente de Tibú.

El futuro inmediato

Gustavo Bolívar mantendrá sus funciones hasta el 16 de mayo, cuando se oficialice su salida. En la Casa de Nariño ya suenan nombres para sucederlo, pues el DPS no puede quedarse sin timonel en pleno despliegue de programas sociales prioritarios. Por su parte, el presidente Petro ha dejado claro que no tolerará intervenciones de funcionarios dimitentes en eventos oficiales, una señal que busca blindar la administración de cualquier sospecha de proselitismo.

El “¡El que renunció, renunció!” ya es parte del anecdotario político colombiano. Más allá del momento viral, revela la complejidad de equilibrar lealtad, disciplina y aspiraciones individuales dentro de un proyecto de poder. El desenlace marcará la dinámica interna del Pacto Histórico y ofrecerá pistas sobre la estrategia del presidente para controlar los tiempos —y egos— de quienes orbitan en su círculo más cercano.

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