BOGOTÁ–LIMA, agosto de 2025.
Un nuevo capítulo de tensión ha marcado las relaciones entre Colombia y Perú. El presidente Gustavo Petro calificó recientemente a la frontera común como una “frontera fabricante de conflictos”, una expresión fuerte que desató reacciones inmediatas desde el vecino país.
Declaración inquietante y respuesta peruana
Desde un escenario público, el mandatario colombiano utilizó una frase que puso nuevamente en el centro la frontera compartida, evocando históricas disputas pero en un gesto inédito de confrontación directa. Esta expresión insinuó que la frontera, más allá de dividir, se ha convertido en un foco activo de conflicto y fricción diplomática.
El gobierno peruano respondió con contundencia, rechazando el argumento y manifestando una firme negativa a redefinir el vínculo bilateral bajo esa narrativa. Líderes peruanos enfatizaron que más allá de los desafíos comunes, las fronteras deben ser puentes de cooperación y respeto, no símbolos de conflicto.
Reacciones en medio de una frágil relación
Las tensiones bilaterales, que se han profundizado desde 2022 por diferencias políticas y territoriales, ahora enfrentan una nueva carga simbólica. Para Perú, la frase fue intolerable: percibida como una provocación innecesaria en un contexto donde aún hay heridas diplomáticas que no cicatrizan.
Desde Colombia, la frase fue presentada como un llamado de atención: una invitación a no mirar hacia el pasado, pero a repensar cómo las fronteras deberían funcionar en tiempos de crisis y transformación ambiental, social y política.
Editorial: la frontera como pulso simbólico
La soberanía de un territorio no reside solo en los mapas, sino en cómo se habla de él. Cuando un presidente califica un límite geográfico como “fabricante de conflictos”, convierte una línea en arena política, no pacífica.
Este episodio no es solo una crisis diplomática. Es un reflejo de cómo los discursos presidenciales pueden transformar un tramo de tierra en imagen pública. ¿Es una invitación al diálogo sobre derechos históricos o un obstáculo para reconstruir relaciones dañadas?
La respuesta de Perú muestra que esas palabras no fueron inocentes. Rechazar esa narrativa fue clave: no solo por soberanía, sino por dignidad. Tanto Bogotá como Lima están obligados a rediseñar su relato fronterizo.
Conclusión
La frontera entre Colombia y Perú amenaza con convertirse en un símbolo de tensión en lugar de hermandad. La frase del presidente Petro reavivó temores, prejuicios y rivalidades históricas. Si lo que entiende por diálogo es convertir líneas en trincheras simbólicas, la paz y cooperación se diluyen.
Este episodio deja lecciones claras: la frontera no solo debe ser administrada; debe ser narrada con cuidado. Y eso implica que los discursos presidenciales tienen el poder de construir o destruir puentes entre naciones que comparten mucho más que un límite en el mapa.