Bogotá, 21 de agosto de 2025.
En medio de un aumento preocupante de actos terroristas en varias regiones del país, el expresidente Álvaro Uribe Vélez hizo un llamado urgente al Gobierno nacional. En un mensaje cargado de preocupación, advirtió que el país enfrenta una encrucijada crítica:
“O derrotamos el narcoterrorismo, incluso con ayuda internacional, o acabará con Colombia.”
Esta declaración se dio en un contexto de alta tensión, marcada por dos atentados violentos: el derribo de un helicóptero de la Policía en Antioquia y una explosión masiva en Cali, hechos que dejaron decenas de muertos y heridos, incluidos civiles, uniformados y un menor de edad.
Contexto de la advertencia
En Antioquia, un helicóptero policial fue abatido mediante el uso de un dron cargado de explosivos, lo que ocasionó el fallecimiento de al menos una docena de agentes y varios heridos graves.
En Cali, se detuvo un camión bomba frente a una base aérea, provocando seis muertes y más de cuarenta heridos, incluyendo a un niño de nueve años.
La gravedad de estos ataques motivó una reacción pública de Uribe, quien atribuyó el auge de la violencia al debilitamiento institucional y la percepción de descompromiso por parte del Gobierno en materia de seguridad.
Un llamado a la solidaridad internacional
El expresidente hizo énfasis en que superar esta amenaza requiere más que voluntad interna: también implica abrir canales de cooperación con otros países. Su mensaje insta a que Colombia acepte apoyo internacional para neutralizar a los grupos armados que se financian con narcotráfico y buscan desestabilizar al Estado.
Uribe aclaró que se trata de un llamado urgente, no ideológico: una estrategia de defensa inmediata para preservar la seguridad y la vida ciudadana.
Editorial — Seguridad sin fronteras, un imperativo nacional
El mensaje de Uribe refleja la tensión entre soberanía y exigencia de respaldo internacional. No es una cuestión de contradicción, sino de responsabilidad compartida:
La seguridad no es internalizable cuando los adversarios operan desde bases transnacionales.
La ayuda no debilita, refuerza. Enfrentarnos solos nos expone a una derrota.
Cuando la violencia no distingue a quién mata —ni civiles ni menores—, la protección se vuelve urgente, no negociable.
Colombia está en un punto de inflexión: si la respuesta estatal no es firme y capaz de sumar externos, el país corre el riesgo de ser devorado por la violencia que se alimenta de impunidad.
Conclusión
Uribe deja claro su diagnóstico: el narcoterrorismo crece sin freno, y sin un desplazamiento decidido de fuerzas y apoyo internacional, Colombia corre el peligro de sucumbir. Este llamado trasciende la retórica: plantea una urgencia que exige respuestas técnicas, coordinadas y efectivas. Ya no son solo líderes quienes hablan: es la supervivencia institucional la que está en juego.