Lapsus presidencial en honor a Miguel Uribe Turbay: “Minuto de silencio por Mario Uribe” desata controversia en medio del duelo nacional

BOGOTÁ, 12 de agosto de 2025.
Durante la ceremonia de condecoración y ascensos de oficiales en la Policía Nacional, en honor al senador y precandidato presidencial Miguel Uribe Turbay, recientemente fallecido, el presidente Gustavo Petro cometió un lapsus que no pasó por alto: solicitó un minuto de silencio por “Mario Uribe Turbay”, antes de corregir inmediatamente el error y pedir disculpas.


El momento del error

Petro abrió su intervención señalando con solemnidad:

“Un minuto de silencio por la paz, por la familia y la paz misma del senador Mario Uribe Turbay…”

Tras percatarse del equívoco, fue corregido por algún colaborador presente, y el presidente aclaró:

“Miguel Uribe Turbay, perdón.”

El silencio se mantuvo y luego continuó con su discurso, cargado de ánimo de unidad y rechazo a la violencia que Colombia atraviesa.


Clima simbólico y reacción pública

El instante se produjo en un contexto de duelo nacional: Bogotá decretó tres días de luto, las banderas ondean a media asta y numerosos homenajes públicos están en curso por la memoria del senador asesinado tras un atentado político. La equivocación, aunque fue remediada, desencadenó debates inmediatos en medios, redes sociales y círculos políticos, generando opiniones divididas:

  • Para muchos, fue un error humano comprensible, dada la carga emocional del momento y la repetición del apellido Uribe en la agenda pública.

  • Para otros, el lapsus fue una señal reveladora sobre la tensión entre el duelo institucional y el tono político, evidenciando una falta de concentración en un acto simbólico de alto impacto.


Editorial — Cuando las palabras pesan más que los discursos

Los actos oficiales en contextos de luto nacional requieren precisión y carga emocional. Nombrar correctamente al homenajeado es un gesto de respeto y memoria. El lapsus, aunque corregido, deja una marca: muestra cómo el dolor, la polarización política y el peso de la tragedia pueden interferir incluso en las expresiones de reconocimiento más elementales.

La corrección rápida y la disculpa pública evidencian responsabilidad institucional. Pero también subrayan una lección inevitable: en política, el símbolo —y el nombre— importan. Cuando la historia se hace tangible a través de discursos, cada palabra define el legado que dejamos.


Conclusión

En un momento de duelo profundo y de compromiso público frente a la violencia política, el lapsus del presidente Petro marca una herida simbólica en la ceremonia de despedida. Aun cuando fue corregido al instante, resalta la tensión entre el rol presidencial, el duelo nacional y la necesidad de precisión simbólica.

Un nombre acertado no cambia los hechos, pero sí el discurso que construimos en torno a ellos. Que este tenga siempre el peso de la memoria y el respeto que merecen los caídos.

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