Brayan Campo, señalado y confeso del feminicidio de la pequeña Sofía Delgado, llevaba una existencia marcada por una dualidad perturbadora. Ante la sociedad, Campo se proyectaba como un empresario exitoso y padre ejemplar, pero tras esta fachada mantenía una historia de abusos, violencia y crueldad que acabó en tragedia.
El caso de Sofía, de tan solo 5 años, sacudió a todo un país. Su desaparición, que inicialmente fue reportada como un secuestro, tuvo un trágico desenlace cuando su cuerpo fue hallado sin vida. Las investigaciones apuntaron rápidamente hacia Campo, el padrastro de la niña, como principal sospechoso. Ante la abrumadora evidencia, el 18 de octubre de 2024, Brayan Campo finalmente confesó ser el autor del brutal feminicidio.
Campo, de 34 años, no era ajeno a comportamientos violentos. Su esposa, madre de Sofía, había sido víctima de constantes abusos físicos y psicológicos durante años, hechos que había ocultado por miedo a represalias. Además, en 2018, Campo fue denunciado por el abuso de otra menor, un hecho que, en su momento, no recibió la atención adecuada. Su historia de abusos sistemáticos, que culminó en el asesinato de Sofía, plantea serios interrogantes sobre las señales que fueron ignoradas y los mecanismos de protección que fallaron para prevenir esta tragedia.
Tras su confesión, salieron a la luz detalles aún más inquietantes. Según personas cercanas, Campo llevaba una vida de excesos y control, alternando entre un empresario aparentemente ejemplar y un abusador que mantenía un férreo control sobre su entorno familiar. Las autoridades han señalado que, durante la investigación, se encontraron evidencias de que Campo intentó manipular a quienes lo rodeaban, incluyendo su esposa, para ocultar sus actos y evitar que sus crímenes salieran a la luz.
El asesinato de Sofía Delgado no solo ha conmocionado al país, sino que también ha abierto un profundo debate sobre la violencia intrafamiliar y la necesidad de fortalecer los sistemas de protección a las mujeres y menores en situaciones de riesgo. Organizaciones defensoras de derechos humanos y colectivos feministas han exigido respuestas inmediatas del gobierno para prevenir casos similares, así como una revisión de los protocolos de atención a las víctimas de abuso y violencia.
Este caso expone la urgencia de actuar frente a las señales de abuso, muchas veces ignoradas o invisibilizadas por temor o desconocimiento. Sofía, una niña de sonrisa contagiosa, fue arrebatada demasiado pronto, y su muerte ha dejado una cicatriz imborrable en el corazón de su comunidad.
Campo se enfrenta a una condena por feminicidio agravado, un delito que, según las leyes colombianas, podría llevarlo a pasar el resto de su vida en prisión. Mientras tanto, la madre de Sofía, quien fue liberada después de haber sido inicialmente retenida por complicidad, se encuentra en un proceso de protección y rehabilitación psicológica, intentando reconstruir su vida tras el horror vivido.
El feminicidio de Sofía Delgado ha marcado un punto de inflexión en la lucha contra la violencia de género en Colombia. Se espera que este caso impulse reformas para mejorar los sistemas de protección y garantizar que las víctimas sean escuchadas y protegidas antes de que se repita una tragedia similar.