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Colombia contra el cibercrimen: la inversión en ciberseguridad crecerá 11 %, pero los riesgos también suben

La transformación digital acelerada y el aumento constante de amenazas informáticas convierten a la ciberseguridad no solamente en un resguardo técnico, sino en un factor estratégico para la supervivencia de empresas, instituciones y del Estado. En Colombia, esa realidad empieza a reflejarse en cifras: para este año se proyecta un incremento de 11 % en la inversión en ciberseguridad, una apuesta alentadora frente a un panorama cada vez más hostil.

Pero este crecimiento, aunque significativo, enfrenta desafíos estructurales y plantea interrogantes acerca de la efectividad real de lo invertido frente a ataques cada vez más sofisticados.

Un contexto alarmante: ¿por qué aumentar tanto?

  • Colombia es uno de los países más golpeados por intentos de ciberataques en Latinoamérica. En 2024, se registraron alrededor de 36 mil millones de intentos de intrusión digital (phishing, malware, ransomware, denegación de servicio, suplantación de identidad).

  • Sectores estratégicos del país —finanzas, salud, energía, gobierno— se encuentran entre los más vulnerables debido a la sensibilidad de sus datos y su rol esencial en la infraestructura nacional.

  • La digitalización acelerada (uso masivo de la nube, teletrabajo, conectividad) amplía la superficie de exposición de empresas e instituciones.

  • Presión regulatoria y necesidad de cumplimiento: normas nacionales e internacionales obligan cada vez más a garantizar esquemas robustos de protección de datos.

Ese escenario obliga a que grandes, medianas y pequeñas organizaciones reconsideren sus presupuestos de seguridad como un gasto necesario.

¿Quién acelera más? Las pymes con protagonismo

Aunque las grandes corporaciones históricamente lideran la inversión tecnológica en seguridad, este año se espera que las pymes sean las que más crezcan en porcentaje relativo. El estimado indica que estas podrían aumentar su presupuesto en ciberseguridad en alrededor del 16,9 %, superando el promedio nacional.

Este salto se explica por varios factores:

  • Las pymes se vuelven objetivo más accesible para los atacantes, que buscan blancos con menor margen de defensa.

  • Las soluciones de seguridad se vuelven más accesibles (servicios gestionados, plataformas en la nube, herramientas de suscripción).

  • La presión por cumplir estándares y regulaciones internacionales cuando estas empresas participan en cadenas globales exige mayores controles.

Sin embargo, ese crecimiento porcentual parte de bases modestas: muchas pymes aún destinan recursos mínimos al área, lo que implica que el stock absoluto de inversión todavía es bajo comparado con grandes organizaciones.

¿Qué se está comprando? Prioridades en soluciones de seguridad

Las empresas no están invirtiendo de forma genérica: hay una serie de productos y servicios que dominan los presupuestos:

  • Firewalls de nueva generación y sistemas de control de perímetro para proteger redes internas.

  • Software antivirus, antimalware y EDR (detección y respuesta en endpoints).

  • Sistemas de detección de intrusos (IDS/IPS) y soluciones para monitoreo continuo de amenazas.

  • Servicios de SOC gestionado (Centro de Operaciones de Seguridad) que permiten externalizar vigilancia 24/7.

  • Auditorías de seguridad, pruebas de penetración y “red teaming” para identificar vulnerabilidades antes de que las exploit.

  • Inteligencia artificial y automatización aplicada a la ciberseguridad: uso de algoritmos que detectan patrones atípicos, anomalías y amenazas emergentes.

  • Capacitación al factor humano: programas de concienciación contra phishing, simulacros, formación continua, pues el error humano sigue siendo una de las vías más comunes de ataques.

Estas apuestas indican que ya no basta con herramientas aisladas: la seguridad debe integrarse con la operación diaria, los procesos y la cultura organizacional.

Cifras de presupuesto y retorno

  • Las organizaciones vienen destinando entre 7 % y 15 % de sus presupuestos de TI a seguridad digital, lo que representa entre 0,3 % y 0,6 % de sus ingresos.

  • Se estima que el mercado colombiano podría crecer hacia US$ 1.880 millones hacia 2030, impulsado por la digitalización, migración a la nube, regulación y la demanda creciente de seguridad.

  • Aunque invertir en ciberseguridad puede parecer oneroso, el costo de no hacerlo —en pérdidas por ataques, sanciones regulatorias o daño reputacional— muchas veces es mucho más elevado.

Obstáculos y riesgos que no se superan con plata sola

Aunque el panorama de inversión es optimista, hay barreras que poner atención:

  1. Capacidad técnica y talento especializado: muchas empresas, especialmente pymes, carecen de personal experto que implemente y mantenga las soluciones.

  2. Madurez institucional: no basta con comprar herramientas; se requiere alinearlas a procesos, gobernanza, auditorías y cultura de seguridad.

  3. Costos de mantenimiento y actualización: las amenazas evolucionan, por lo que una arma obsoleta puede ser inútil.

  4. Coordinación público-privada limitada: muchos ataques trascienden fronteras y sector público y privado deben colaborar con inteligencia compartida, algo que no siempre está desarrollado.

  5. La dimensión humana: phishing, ingeniería social, errores de configuración siguen siendo causales frecuentes de brechas, más allá de la robustez técnica.

Impacto estratégico: más allá de prevenir pérdidas

Una lectura inteligente de este crecimiento revela que la ciberseguridad ya no es solo defensiva, sino estratégica:

  • Se convierte en un factor de confianza para clientes, socios y reguladores.

  • Permite a empresas acceder a contratos más exigentes que exigen garantías en seguridad digital.

  • Protege la continuidad operativa: muchas industrias no pueden permitirse interrupciones tecnológicas.

  • Es un componente central en reputación: una brecha grave puede destruir la imagen de una empresa en horas.

En conclusión

El alza proyectada del 11 % en inversión en ciberseguridad en Colombia muestra que el país empieza a asumir la magnitud de la amenaza digital. No es una cifra menor, y demuestra que cada vez más organizaciones están dispuestas a actuar antes de reaccionar.

Sin embargo, esa cifra es solo un paso: el verdadero desafío será transformar inversión en eficiencia real, desarrollar talento, mecanismos de colaboración y cultura de seguridad sostenible. Porque cuando el cibercrimen escala, no basta con gastar más: hay que gastar mejor.

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